Rosita Gonzálvez falleció luego de que su madre la sometiera a un ritual satánico por una supuesta posesión demoniaca en España.
El 15 de septiembre de 1990 sucedió uno de los crímenes que más han perturbado a la sociedad española. El escenario fue la casa de una curandera en la localidad manchega de Almansa, en Albacete, España. La mujer asesinó a su hija, Rosita Gonzálvez, pensando que estaba embarazada del diablo, según declaró ante las autoridades.
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Durante esos años, la santería y las prácticas esotéricas tuvieron un gran auge, era común atenderse con médicos curanderos. Muchos se iniciaron en esas prácticas, al grado de que se abrían tumbas y constantemente había noticias al respecto.
Rosita Gonzálvez fue víctima de la enajenación de su madre con la santería. En la madrugada del 15 de septiembre, Rosa Gonzálvez Fito, madre de la menor; su tía, Ana María Gonzálvez y dos vecinas, María Mercedes y María Ángeles Rodríguez Espinilla comenzaron el ritual.
El asesinato de Rosita Gonzálvez
Hay muchas versiones al respecto, algunas de ellas señalan que su madre temía estar embarazada del demonio, pero el día anterior empezó su menstruación. Esto llevó sus sospechas hacia su hija. Con ayuda de las otras mujeres decidieron practicarle un exorcismo, la inmovilizaron y le sacaron los órganos por la vagina.
Según el testimonio que ofreció después María Mercedes, la niña solo gritaba “mamá termina ya” pues también le habían hecho creer que estaba poseída. Los peritos determinaron la muerte por choque hipovolémico. En la mañana del día 16, el padre de la víctima, Martín Toledo, al fin logró entrar en la casa, al darse cuenta de la situación alertó a las autoridades.
Los días previos al asesinato
El caso se difundió rápidamente, sobre todo cuando las declaraciones salieron a la luz en 1992. El periódico El Caso, realizó un reportaje especial en donde un investigador relató los hechos basado en los archivos disponibles. Según dicha narración, las mujeres llevaban tres días sumergidas en sustancias psicóticas que las llevaron a mantener relaciones en un contexto deplorable.
Las drogas y la falta de sueño les causaron alucinaciones, lo que explica su enajenación con el diablo. Con este argumento fueron absueltas de los cargos y se determinó internarlas en un hospital psiquiátrico.
“Probablemente, hubiera un trastorno de base, disociativo, de trance o de posesión. En este tipo de trastorno lo que sucede es que se produce una pérdida temporal del sentido de la identidad personal, no tiene una plena conciencia del entorno ni de ella misma. De hecho, en algunos casos el sujeto que tiene este tipo de trastorno actúa como si estuviera poseído, de ahí quizá los espasmos o el hablar diferente, incluso decir palabras que ni siquiera conoce”, comenta la criminóloga Tatiana Ballesteros, basada en un análisis posterior.
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