A lo largo de los años mucha gente ha lanzado duras advertencias sobre aquellas cosas que nunca debes preguntarle a la Ouija.
Hacer uso de la Ouija no debería tomarse tan a la ligera, pues las consecuencias podrían ser catastróficas. Incluso, existen decenas de películas que dan un pequeño panorama de lo que pasaría si las personas juegan con la tabla sin tomar precauciones.
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A pesar de que es un objeto que se ha popularizado son muy pocas las personas que conocen la verdadera razón por la que por ningún motivo debes preguntarle a este objeto lleno de energía cuándo te vas a morir.
En las siguientes líneas te contaremos la historia que, lejos de ser un relato de fantasmas, es una aterradora experiencia real que una joven y su mejor amiga vivieron y que internet no ha pasado desapercibida.
¿Por qué no debes preguntarle a la Ouija cuándo vas a morir?
Ana y Penélope eran adolescentes que tenían un mismo pasatiempo en común: jugar con la Ouija. La historia cuenta que Penélope se distinguía por ser una chica más sensible (espiritualmente hablando) por lo que tomaba la iniciativa de hacer realizar esta práctica.
Se dice que en algunas ocasiones involucraba a su hermana mayor en sus sesiones. Pero una noche, después de ver una película donde unos chicos preguntaban a una bruja la fecha de su muerte, a Penélope se le ocurrió la idea de hacerle la misma pregunta a la Ouija.
En esa ocasión, Ana y la hermana de Penélope estaban en contra. No querían saber su destino, pero Penélope estaba decidida. Sin pensarlo dos veces, la curiosa joven se sentó frente a la tabla con toda confianza preguntó:
“¿A qué edad voy a morir?”.
No pasaron ni dos segundos cuando el vaso que usaba como guía comenzó a moverse para deletrear la respuesta:
“22”.
En ese momento, las adolescentes tenían tan solo 12 años, por lo que la respuesta fue olvidada con el paso del tiempo. Lo que nadie esperaba era que la vida de Penélope cambiaría a partir de esa noche.
Al cumplir 22 años, Penélope ya se encontraba casada y tenía un bebé. Durante un viaje familiar decidió salir a dar un paseo en auto por las montañas nevadas junto con su prima. El plan no les resultaba extraño, ya que solían hacer eso con frecuencia.
Pero en esta ocasión, todo fue diferente. El vehículo en el que viajaban se patinó sobre el hielo, lo que provocó que se fuera a un acantilado. La prima sobrevivió, pero Penélope no corrió con la misma suerte. Tal como la Ouija había predicho, murió a los 22.
Así que este testimonio sería la prueba por la que nunca se le debe preguntar a la Ouija nada sobre nuestra muerte, debido a que se corre el riesgo de que un espíritu de apodere de nuestros miedos para hacernos pasar un mal rato.
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